viernes, 22 de julio de 2011

La lactancia y lo que ves venir

Una cosa sobre la cual no me advirtió el pediatra es sobre que tendría que eliminar el huevo de mi dieta. Andreu sigue tomando pecho varias veces al día y parece ser que las proteinas del huevo pasan a la leche.

Además de leche materna Andreu come pan, verduras variadas, legumbres, sémola de trigo y arroz, pechuga, ternera, pescado, fruta, galletas, yogur y petit suisse y cuando comíamos nosotros siempre le dábamos algún trocito de pasta, granitos de arroz y cosas así para que fuera probando. Con esta dieta no parece difícil esquivar el huevo. Pero la cosa se complica conforme vas diversificando la alimentación. ¿Hamburguesas? Comprueba si llevan huevo. ¿Queso? Mira a ver si lleva lisozima.
Tener que seguir yo la dieta de eliminación de huevo y derivados me hace ser consciente de lo que se nos viene encima: Se acabó almorzar los viernes bocadillo de la cafetería. ¿El queso del "sobrasada y queso" tendrá lisozima?, ¿las patatas estarán fritas en el mismo aceite que los calamares rebozados?, ¿el embutido llevará huevo? y claro, de la tortilla de patatas ni hablamos.  En un horno miras el mostrador y cuando tu marido dice ¿seguro que no quieres nada? la respuesta es: no puedo comer nada, todo está hecho o pintado con huevo, y lo que no, esta hecho en el mismo obrador y puede contener trazas. Y claro, de pensar en salir a un restaurante en estas condiciones se me ponen los pelos de punta.

miércoles, 20 de julio de 2011

Prick

Nuestro pediatra es un médico joven y majo, aunque poco hablador. Y fue contundente cuando le conté como había empezado esto: "¿Porqué no lo trajiste a urgencias?"  
Buena pregunta. Pues porque no vi más que afectación cutánea, respiraba bien, no se le hinchó la lengua... pero que él considerara que debiera haberlo llevado me hizo verme como una madre desahogada y lo que es peor, intuir un mundo de preocupaciones detrás de esa reacción cutánea.

El pediatra le hizo la prueba mientras Andreu miraba, curioso como es, cómo le pintaban marquitas en el brazo, le ponian gotitas y ¡ay! le pinchaban con una lanceta. En el primer pinchazo no dijo nada, en el segundó frunció el ceño y en el tercero empezó a llorar.

Nos dijeron que esperaramos quince minutos y que procuraramos que no se rascara. Y bingo: todos los pinchazos, excepto el de control, tuvieron su habita.

Y ese fue nuestro billete de entrada al universo de las alergias.

El pediatra me dió hojas de información sobre lo que no debía comer, páginas web que podía visitar y me dejó en la sala de espera de nuevo para que tuviese tiempo de leerlas y de preguntarle despues lo que quisiera.

No han parado de surgirme preguntas desde entonces y no he parado de buscar respuestas. Este blog es una manera de dar orden a toda esa información que ha pasado por mi cabeza y de organizar toda la que me queda por procesar.

Segundo y último intento

Después de la magdalena y por si el enrojecimiento había sido casual o debido a la piel delicadita que tiene mi niño (todavía no sabíamos que la dermatitis atópica tenía tanta relación con la alergia al huevo) probamos a darle tortilla.  Algo me decía que no había sido casual, así que la tortilla se la dimos a mediodía (por si la reacción no era inmediata, que no le pillara durmiendo) y en casa de la abuela, que es enfermera.
Esta vez además de las rojeces le salieron pápulas (habitas), que duraron tres cuartos de hora. Estuvimos pendientes pero no pasó nada más.

Después me he dado cuenta de que fue una imprudencia darle tortilla teniendo sospechas. Podía haber tenido una reacción más grave y nos hubieramos llevado un gran susto sin necesidad.

La magdalena

Todo empezó con una magdalena. Andreu iba a cumplir un año y no había probado el huevo a pesar de la indicación del pediatra de introducirlo en la dieta a los 10 meses. No le habíamos dado huevo simplemente porque Andreu sigue mamando y consideramos que sus necesidades estaban bien cubiertas y que podíamos esperar a darle el huevo en forma de tortilla.

Cuando le di un trozo de magdalena la probó y aunque pareció gustarle escupió la miga más grande. Le limpié la boca y al instante, alrededor de los labios aparecieron una manchas rojas.  Hasta ese momento habíamos sido cuidadosos en no darle repostería elaborada con huevo, así que lo tuve claro. Vamos a tener un problema.

Cuando seas padre comerás huevo...

Hace un año que somos padres y a partir de ahora el huevo desaparecerá de nuestras vidas. El mes pasado a Andreu le diagnosticaron alergia al huevo y desde ese momento empezó un periplo de búsqueda de información que se prevé largo. También empezó una regeneración progresiva de nuestra despensa, las galletas que hasta ahora devoraba fueron sustituidas por otras sin trazas. La pasta quedó abandonada y en su lugar aparecieron macarrones de arroz. Y la media docena de huevos que había en la nevera caducó y ya no fue sustituida.

Sabemos que entramos en un mundo complejo y cada día aprendemos cosas nuevas. Nuestra intención es recoger toda esta información y nuestras experiencias aquí para que puedan servirles a los que vengan detrás. Empezamos.