Nuestro pediatra es un médico joven y majo, aunque poco hablador. Y fue contundente cuando le conté como había empezado esto: "¿Porqué no lo trajiste a urgencias?"
Buena pregunta. Pues porque no vi más que afectación cutánea, respiraba bien, no se le hinchó la lengua... pero que él considerara que debiera haberlo llevado me hizo verme como una madre desahogada y lo que es peor, intuir un mundo de preocupaciones detrás de esa reacción cutánea.
El pediatra le hizo la prueba mientras Andreu miraba, curioso como es, cómo le pintaban marquitas en el brazo, le ponian gotitas y ¡ay! le pinchaban con una lanceta. En el primer pinchazo no dijo nada, en el segundó frunció el ceño y en el tercero empezó a llorar.
Nos dijeron que esperaramos quince minutos y que procuraramos que no se rascara. Y bingo: todos los pinchazos, excepto el de control, tuvieron su habita.
Y ese fue nuestro billete de entrada al universo de las alergias.
El pediatra me dió hojas de información sobre lo que no debía comer, páginas web que podía visitar y me dejó en la sala de espera de nuevo para que tuviese tiempo de leerlas y de preguntarle despues lo que quisiera.
No han parado de surgirme preguntas desde entonces y no he parado de buscar respuestas. Este blog es una manera de dar orden a toda esa información que ha pasado por mi cabeza y de organizar toda la que me queda por procesar.
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